Rut

Serie Mujeres de la Biblia

En contraste con la historia de Orfa, tenemos la conmovedora historia de Rut. Al igual que Orfa, ella deja la tierra de Moab, se identifica con Noemí, derrama sus lágrimas y toma una decisión terminante. Pero, como ya lo aclaramos, la diferencia se nota en el hecho de que Rut exhibe todas las marcas que acompañan la salvación. Recordemos un importante pasaje de la Epístola a los Hebreos, donde el apóstol nos advierte que si los que fueron iluminados y gustaron del don celestial, e incluso participaron de los privilegios que pertenecen al círculo cristiano donde el Espíritu Santo habita, luego caen en la apostasía, esto prueba que no había ninguna unión vital con Cristo. Pero, al referirse a quienes está dirigida la epístola, el apóstol escribe: “Pero en cuanto a vosotros, oh amados, estamos persuadidos de cosas mejores, y que pertenecen a la salvación”, y menciona tres cosas: amor, esperanza y fe (Hebreos 6: 9-12). ¡Qué bendición disfrutamos al contemplar a Rut caracterizada por estas cosas!



Primero, por medio de una fe simple y preciosa ella rechaza la idea de volver a su tierra natal y se dirige a la tierra de Jehová. Acepta que deberá transitar por la senda de un peregrino: “A dondequiera que tú fueres, iré yo”. Toma el lugar de un extranjero que no tiene un hogar fijo: “Dondequiera que vivieres, viviré”. También se identifica plenamente con el pueblo de Dios: “Tu pueblo será mi pueblo”, y expresa su confianza en Dios: “Tu Dios (será) mi Dios”. Orfa había besado a Noemí, sin embargo fue Rut la que “se quedó con ella”, demostrando que la amaba con devoción. Ella puede decir: “Donde tú murieres, moriré yo, y allí seré sepultada”. Además, cuando leemos que “estaba tan resuelta a ir”, comprendemos que tiene una esperanza que la motiva. Sin duda, la luz del porvenir la hace renunciar al mundo actual.

Para el hombre natural, todo lo que hace Rut es una locura. ¿Abandonar su casa, sus parientes y su país para unirse a una anciana atribulada y viajar con ella a una tierra que nunca ha visto, y donde no conoce a nadie? La razón afirmará que esto es una total insensatez. Hoy en día experimentamos que el hecho de identificarnos con lo pobre, lo insensato y lo débil del mundo, abandonando todo sistema religioso para sufrir el vituperio de Cristo fuera del campamento, también es visto como una locura. Sin embargo, “aún no se ha manifestado lo que hemos de ser”. Solamente por medio de la fe podemos percibir el glorioso final de nuestro peregrinaje.

El camino que Rut comienza a transitar en compañía de una anciana triste y desolada sólo es el principio de la historia pues, al final, ella será la esposa del poderoso Booz y, un hecho más precioso aún, su nombre brillará por siempre en la genealogía de nuestro Señor. Luego de conocer toda la historia de Rut, ¿se animará alguien a decir que ella se equivocó al seguir a la anciana Noemí? Orfa eligió el mundo y sus placeres, y pasó al olvido. Rut, en cambio, rechazó el mundo y pasó a tener honor y gloria.

Tengamos en cuenta que el camino de sufrimiento, vituperio y vergüenza que, en diferentes medidas, soportan los que siguen a un Cristo rechazado, también parece una locura ante la mirada del mundo actual. Sin embargo, la fe reconoce que este camino conduce al gran día de las bodas del Cordero. Esto me recuerda lo que decía un respetado creyente: “Hay una larga cadena que está formada por caminos, consejos, decretos, demandas, eventos, juicios y misericordias de Dios; en ella encontramos entremezclados también blanco y negro, bueno y malo, lo torcido y lo recto; los eslabones de esta cadena son de oro, bronce, acero, y arcilla. Esta cadena viene desde el comienzo de las dispensaciones, pasando por el tiempo de los patriarcas, la generación de los profetas, el tiempo de los apóstoles, la persecución de los emperadores, el martirio de los testigos de Jesús asesinados por “la mujer ebria de la sangre de los santos”, y termina en el glorioso día de las bodas del Cordero”.

Hamilton Smith

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