Hilda Molina: Mi retorno a Dios


Gracias por conducirme en mi retorno a Dios.

Así comienza Hilda Molina su testimonio, agradeciento a su madre. Continúa diciendo:
"Nací en el seno de una familia de sólidas raíces católicas. Recibí de mis padres una profunda formación cristiana. Cursé todos mis estudios, hasta concluir el Bachillerato, en un colegio religioso. No obstante, cuando se produjo en Cuba el triunfo de la llamada revolución, las promesas de un país renovado, en el que lograríamos equidad, justicia y respeto a la dignidad y a los derechos de sus ciudadanos, cautivaron mi corazón adolescente. Me incorporé temprana y gradualmente a ese proceso; y al unísono me fui alejando imperceptiblemente de mi religión. Como médico neurocirujano dediqué lo mejor de mi existencia a las Neurociencias y al servicio de mis humildes compatriotas enfermos; pero a pesar de la aparente plenitud de esos años, dos realidades prevalecieron en mi nueva vida:
--Mis contradicciones con la evidente incoherencia entre postulados teóricos y accionar, mostrada desde el inicio por el régimen, situación ésta que en el curso de los primeros años atribuí erróneamente a
problemas individuales, y no a características propias del sistema; y que siempre critiqué frontal y firmemente.
--Un inmenso vacío interior que no logré llenar jamás, ni con el entrañable amor que profeso a mi hijo y a mi madre, ni con la entrega absoluta a mi noble profesión. Se trataba de ese doloroso vacío de las almas, que habiendo conocido a Dios, viven alejadas de El. Y ese vacío era aún más terrible porque no sólo me había apartado de Dios, sino que además negaba a mi único y verdadero Dios, cada vez que al realizar algún trámite, debía responder por escrito, los humillantes, crueles, y omnipresentes interrogatorios relacionados con mis creencias y prácticas religiosas.
El paso del tiempo propició la maduración de mi personalidad, y me proporcionó un conocimiento más directo sobre la naturaleza real del sistema político imperante en Cuba. Cuando adquirí absoluta conciencia de mi incompatibilidad con la esencia y las acciones gubernamentales, fiel a los dictados de mi conciencia y de mi corazón; y haciendo uso de mis derechos como ser humano, en 1994 me desvinculé total y pacíficamente del gobierno y sus estructuras.
Durante una prolongada y triste etapa de mi vida, abandoné y negué a Dios. Pero ese Dios misericordioso que jamás abandona a sus débiles, imperfectos y falibles hijos, me obsequió un Angel en la persona de mi madre, bendita coraza protectora que me salvó del naufragio, cuando me debatía en las aguas tormentosas de este reino de las tinieblas en que han transformado a mi país.
Mi madre, humilde mujer y ejemplar católica comprometida, ayudó incansablemente a su Iglesia, aún en los momentos más difíciles, a pesar de las presiones a que fue sometida. Educó a mi hijo con esmero y ternura, como hombre de bien, como hombre de fe. Ha luchado y lucha, con una mezcla sagrada de dulzura y coraje, en pos de que su familia mantenga incólumes los principios y valores cristianos en los que fue edificada. A mi madre debo que la institución médica que yo dirigía, haya sido el primer y posiblemente el único hospital de la Cuba comunista donde se ofició la Santa Misa, y se efectuaron otros eventos religiosos, con la participación de pacientes, familiares y trabajadores. A mi madre debo el regreso a la religión que me acunó desde mi llegada al mundo. En aras de lograr tan sublime objetivo, ella utilizó óptimos instrumentos repletos de amor, como la oración, el ejemplo de su invencible virtud, la paciencia, la comprensión, sus palabras inteligentes y oportunas; y contó además con el insuperable apoyo de la Radio Católica Mundial. Así se produjo mi retorno a Dios."
Dra. Hilda Molina, La Habana, Cuba. http://www.cubaweblogs.com/hilda-molina/retorno-a-dios-de-la-mano-de-un-angel.html

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